A veces nos olvidamos de que en realidad en la Tierra, la que lleva las riendas es la madre naturaleza, sí, creemos que somos los que reinamos, los que más construimos, los que más dinero tienen, los mejores. Pero de vez en cuando la naturaleza nos da un toquecito haciéndonos recordar que no somos los reyes del mundo, que el mayor poder lo tiene la NATURALEZA.
Podemos paralizar los transportes por unos momentos, el trabajo, ¡incluso de respirar! Pero lo que nunca podremos parar es lo que la Tierra manda.
No podemos parar la lluvia, ni la nieve, ni el granizo, ni el sol, ni el viento, pero si podemos disfrutar de ello.
Para mi las mejores noches son esas en las que no para de diluviar, relámpagos vienen, truenos van... Pararse a sentirlo, a escucharlo arropada hasta las orejas, no tiene precio. Son detalles con los que me siento especialmente a gusto. Claro está que no sería lo mismo estar arropada hasta las orejas una noche como otra, pero cuando llueve tanto como por ejemplo hoy, para mi es todo un placer escuchar los gritos, esos gritos que nos manda la naturaleza de vez en cuando.
Disfrutar de los detalles no tiene precio.
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